“La semiótica estudia todos los
procesos culturales como procesos de comunicación; tiende a demostrar que bajo
los procesos culturales hay unos sistemas; la dialéctica entre sistema y
proceso nos lleva a afirmar la dialéctica entre código y mensaje”.
“Cada vez estoy más convencido de que,
para comprender mejor muchos de los problemas que aún nos preocupan, es
necesario volver a analizar los contextos en que determinadas categorías
surgieron por primera vez”.
Las reflexiones sobre los signos y sus modos de funcionamiento en el
mundo social, desde su nacimiento hasta mediados de la década del ’60,
carecieron de argumentos y estrategias metodológicas precisas, a pesar de las
diferentes propuestas de Ferdinand de Saussure, Lévi-Strauss y otros
pensadores quienes, sin lugar a dudas, dieron pasos decisivos para su
constitución.
Sin embargo, uno de los más
exitosos fue el académico italiano Umberto Eco.
Ensayista, novelista, profesor y
filósofo italiano, Umberto Eco nació el 5 de enero de 1932 en Alessandria (una
localidad cercana a Turín) y, en 1954, se doctoró en Filosofía y Letras en la
Universidad de Turín.
Antes de consagrarse en el mundo de las
letras como escritor, trabajó como editor cultural para la Radio Audizione Italiana
(RAI) y fue profesor en diversas universidades tales como la de Turin,
Florencia y Milán. Por ese entonces, además de publicar “Obra abierta” y “La
estructura ausente”, se dedicó a enseñar Semiótica en la Universidad de
Bolonia, creó la Escuela Superior de Estudios Humanísticos y colaboró en la
fundación de la Asociación Internacional de Semiótica.
Entre los exitosos libros que componen
la reconocida obra literaria de este autor que ha sido traducido a una gran
cantidad de idiomas, se encuentra la célebre y premiada novela titulada “El
Nombre de la Rosa” y otras publicaciones tales como “El
péndulo de Foucault”, “La isla del dia de antes”,“Baudolino”, “La
misteriosa llama de la reina Loana”, “Los límites de la
interpretación” y“Tratado de semiótica general”.
A mediados de los 70, Eco escribió un
texto “casi” incuestionable: La Estructura Ausente. Introducción a la
Semiótica (1968), cuyos objetivos fueron:
la institucionalización de un campo del
saber (la semiótica)
la construcción de una persuasiva
sistematización teórica (a partir de la combinación de teorías y conceptos
lingüístico-semióticos, filosóficos y antroposociológicos, entre otros),
una recuperación de la antropología de
Levi Strauss a partir de la crítica de su estructuralismo y la apropiación de
las imágenes de la cultura como proceso de comunicación, y
la aplicación sistemática de modelos
analógicos para la comprensión de fenómenos socioculturales (la “obra de arte”
como recurso epistemológico).
En este libro, Eco muestra aquello que
denomina el campo semiótico en donde detalla un conjunto de
investigaciones que incluyen desde “los sistemas de comunicación más
‘naturales’ y ‘espontáneos’ -menos ‘culturales’-, hasta los procesos culturales
más complejos” (Eco, [1968]1989:12).
Este relevamiento le permite a Eco
determinar a aquello que denomina los umbrales la semiótica.
El primero, umbral inferior, refiere a todas
aquellos áreas del conocimiento que decididamente no se constituyen a partir de
la noción de sentido. Y menciona: los estudios
neuro-fisiológicos sobre fenómenos sensoriales, las investigaciones
cibernéticas aplicadas a los organismos vivientes, las investigaciones
genéticas -en las que también se utilizan los términos “código” y “mensaje”-. Y
la razón es simple: se encuentran en el universo del pasaje de señales. En
cuanto al segundo, umbral superior,
está representado por los estudios que refieren a todos los procesos culturales
como procesos de comunicación (“aquellos en los que entran en juego agentes
humanos que se ponen en contacto sirviéndose de convenciones sociales”).
Eco se manifiesta realmente preocupado por determinar el umbral
superior, por “el linde entre aquellos fenómenos culturales que sin lugar a
dudas son signos (por ejemplo las palabras) y aquellos fenómenos culturales que
parecen tener otras funciones no comunicativas (por ejemplo, un automóvil,
sirve para transportar y no para comunicar). Pues entiende que si no se
resuelve este problema “ni siquiera podemos aceptar la definición de la
semiótica como disciplina que estudia todos los fenómenos culturales como
procesos de comunicación” .
Eco sostiene dos hipótesis:
1. Toda cultura se ha de estudiar
como un fenómeno de comunicación (o en su aspecto más radical “la cultura ‘es’
comunicación”).
2. Todos los aspectos de la
cultura pueden ser estudiados como contenidos de la comunicación (o cualquier
aspecto de la cultura puede convertirse en una unidad de sentido).
Concluye que ambas hipótesis
-respaldadas por sus respectivas premisas- se sostienen mutuamente en forma
dialéctica: “En la cultura cada entidad puede convertirse
en fenómeno semiótico. Las leyes de la comunicación son las leyes de la
cultura. La cultura puede ser enteramente estudiada bajo un punto de vista
semiótico. La semiótica es una disciplina que puede y debe ocuparse de toda la
cultura”.
Esto obliga a Umberto Eco a
desentrañar el fenómeno comunicativo: aquello que
denomina la “comunicación cultural”. Este modelo se muestra en la misma
obra de forma sistemática, y fue denominado Modelo del proceso de
descodificación de un mensaje poético (o estético), que ya había sido presentado por Eco y un
grupo de colaboradores -entre quienes se encontraba Paolo Fabbri- en
1965. Este “Modelo de descodificación…” fueadoptado por la comunidad de semiólogos de orientación
estructuralista hasta principios de la década del ’70, cuando
el mismo Umberto Eco participó activamente de las discusiones en donde se
reconocía las limitaciones de su modelo y fue capaz de elaborar hacia mediados
de los años setentas, una propuesta cualitativamente diferente.
Los elementos más significativos
del “Modelo de descodificación…” y sus respectivos
modos de funcionamiento en el marco de una semiótica estructural se
resumen: